Hace poco contaba en Facebook que
me había llevado un día a Asier (mi hijo de 7 años) a mi clase de fotografía, y
que había sido una gozada poder compartir con él mi momento de ocio. La
experiencia fue tan buena que, cuando me matriculé al siguiente curso de cine y
vídeo, pregunté al profesor si sería posible apuntar también a mi niño. Aunque
el curso es para adultos, sabía que era un tema que apasionaba a Asier tanto
como a mí, así que estaba casi segura que encajaría perfectamente en la clase.
Tras un primer día de prueba,
confirmamos que era uno más. Las más de dos horas de clase seguidas no eran un
impedimento para que él las disfrutara, con el permiso de salir de la misma
cuando crea que necesite desfogarse un poquillo. El “recreo”, que tan necesario
es en el resto de clases a las que asiste, parece que no lo es tanto en esta,
ya que, aunque su necesidad de moverse es la propia de un crío de 7 años, no
quiere perderse detalle.
Es una maravilla poder disfrutar
de ese rato, en el que aprendo y disfruto de un tema tan interesante, al que se
suma el gozo de ver el brillo en los ojos de mi hijo, escuchar sus preguntas y aportaciones
en un momento en el que no ejerzo de madre cuidadora sino de compañera de
intereses comunes.
Es un regalo que se extiende
durante toda la semana, mientras comentamos lo aprendido en los días
posteriores y nos avisamos mutuamente cuando va a llegar el martes, nuestro día
de cine.
Os lo recomiendo. Buscad un tema
que os apasione tanto como para dedicarle “vuestro rato” y que podáis compartir con vuestros hijos. Sin
obligaciones, por el mero disfrute. Que será máximo.
Aquí podéis ver uno de los mini-cortos que hemos realizado entre toda la clase y en el que Asier participó encantado.