lunes, 22 de octubre de 2012

De regalo, activismo creativo


En el mes de Octubre mi familia celebra tres cumpleaños. Este año, al pensar en los respectivos regalos, decidí realizar un cuadro familiar que pudiéramos compartir entre todos. Dado que vivimos muy alejados los unos de los otros, me hacía ilusión la idea de poder compartir un mismo cuadro, de modo que cada uno de nosotros, al observarlo, sintiera que estaba un poquito más cerca de los demás.

Así que decidí hacer un sólo cuadro, distribuido en cuatro lienzos, a modo de puzzle.

A la hora de decidir el motivo, me dejé llevar por mis sentimientos y emociones actuales que, inevitablemente, se ven afectadas por la crisis que padecemos y los recortes salvajes que nos están imponiendo. Sin poder ni querer evitarlo, surgió la necesidad de plasmar una manifestación que pudiera expandirse con cada uno de nosotros. Para quitarle hierro al asunto, me pareció divertido darle un toque infantil, basándome en uno de los libros de mi hijo. La mezcla me parecía interesante.

Así mataba dos pájaros de un tiro. Compartir cuadro y expandir el debate, puesto que lo que deseo es que surjan nuevos focos de discusión, cuando terceras personas que visiten nuestras respectivas casas vean nuestros cuadritos y se pregunten qué es aquello.

Al observar el resultado me percaté que, sin darme cuenta, había puesto un granito más en el movimiento del activismo creativo que tanto me entusiasmó el año pasado en Nueva York. ¡Qué alegría!

Y por eso os lo cuento : )

viernes, 5 de octubre de 2012

Hablando se entiende la gente, a veces.


El otro día impartí mi primera clase particular sobre redes sociales. Fue una experiencia novedosa e interesante, puesto que siempre he defendido que para transmitir el conocimiento, no es necesario utilizar siempre la terminología propia del  tema que se esté tratando.  

Durante mi época como abogada, colaboré una temporada como voluntaria en un centro de mujeres de barrio. Fue una experiencia bastante dura, porque me tocaba asesorar a mujeres con problemas de todo tipo, maltratadas por sus parejas en su mayoría y con un nivel de educación muy bajo. Estas pobres mujeres se sentían doblemente víctimas dado que, muchas de ellas, acudían a mí para que yo les “tradujera” las palabras de sus abogadas de oficio. Para mí esto era algo intolerable, ya que por aquel entonces daba por supuesto que el que domina el lenguaje “elevado” debe saber también modularlo según el interlocutor que tenga delante.

Sin embargo, la vida me ha demostrado que no siempre es así y que por desgracia hay muchos profesionales que no saben ponerse en la piel del otro, carecen de empatía y en muchos casos, simplemente, no son capaces de dar la vuelta a aquello que han aprendido de memoria.

En fin, el caso es que el otro día, sin utilizar ningún término de los que estamos acostumbrados a leer en la red, intenté (espero que con éxito) dar un panorama general de qué son las redes sociales y para qué nos pueden servir. Después de abrir la caja de Pandora y mostrar la cantidad de información disponible, les conté que además de disfrutar de la red como usuaria, me encanta trabajar en comunicación online, puesto que me permite desarrollar diferentes personalidades. Juego diferentes papeles, como si de una obra de teatro se tratara. Dependiendo de la cuenta que maneje, utilizo un tono distinto, transmito un mensaje diferente, con un lenguaje adaptado al tipo de público al que se dirige cada una de ellas. Me pongo en la piel del receptor y me digo ¿Qué es lo que me gustaría que esta marca me aportara? y procuro cumplir con la respuesta que obtengo. Además, adentrarme en el mundo de cada marca, me obliga a seguir aprendiendo, y me mantiene viva.

Gestiono cuentas de diversa índole; académicas, comerciales, culturales… y disfruto con ello. Pero han sido muchos años de trabajo -de exponer casos y ponencias, de negociar con altos cargos y hablar con personas sencillas, de aprender psicología gracias a la grafología, de interesarme y estudiar muchos temas diferentes y paralelos a mi profesión- los que me han dado esta “facilidad”. Ahora que poco a poco las instituciones y las empresas empiezan a darse cuenta de que deben estar en la web 2.0, quieren hacerlo, pero todavía hay muchas que se resisten a pagar este servicio, porque aún no lo valoran. No se dan cuenta que lanzarse al mundo online son palabras mayores. Como todo el mundo maneja Facebook, creen que este es un trabajo que puede hacer cualquiera... sin tener en cuenta la capacidad de comunicación (entre otras competencias) que tenga la persona en cuestión. Porque comunicar, supone hacer llegar el mensaje exacto, a la persona indicada y saber escuchar sus necesidades. Y no todo el mundo puede hacerlo... Y las consecuencias de una mala comunicación pueden ser desastrosas.

Y yo me pregunto ¿Pondrías como relaciones públicas de tu marca, como escudo contra incendios, a una persona inexperta o a otra con demasiado conocimiento teórico pero incapaz de comunicar al nivel de tu potencial clientela?